6 de agosto de 2009

DE SUSURROS, SUSURRADOS Y SUSURRADORES

Susurro: Murmullo, ruido muy apacible.
Susurrar: Hablar quedo, murmurar. Empezar a divulgar una cosa que debía guardarse secreta. Moverse con ruido suave el agua, el viento.

Todo eso dice el diccionario de la palabra SUSURRAR. Y un poco de todo eso es lo que hicimos el sábado 9 de mayo en el stand de la CONABIB en la Feria del Libro de Bs. AS.
¿Debe permanecer guardada la poesía? ¿No se puede compartir el misterio?

Laura Lagar, integrante de la comisión directiva de la Biblioteca Alberdi me reenvió un mail que había recibido de gente de la CONABIB convocando a personas que quisieran formar parte de un grupo de susurradores. No sabía bien de qué se trataba pero me resultó atractiva la propuesta y ahí nos fuimos con Laura.
En la reunión no había nadie de bibliotecas populares excepto Laura, Nora Nasta (quien convocaba desde la CONABIB) y yo; los demás eran todos narradores orales de la escuela de narradores sociales que dirige María Heguiz.

Nora empezó contando de qué se trataba la propuesta. Contó que hay un grupo de gente en Francia que empezó con esta práctica. Ellos se llaman algo así como “Los sopladores” pero en francés. Son 31 personas en total y usan como instrumento para susurrar/soplar un tubo de 1,80 cms (la altura del hombre). Trabajan con un vestuario determinado (abanicos, paraguas, ropa negra) y hacen una puesta en escena muy impactante visualmente; irrumpen en lugares y así empiezan a “susurrar”.

Nora nos propone hacer algo más acotado y nos ofrece un tubo a cada uno para que nos vayamos familiarizando con el instrumento. Más adelante cada uno irá transformando ese tubo común en un susurrador especial, único, original. Nos cuenta que se irá creando un vínculo entre ese objeto y nosotros, mediatizado por la literatura.

Mediadores de lectura

Nora nos propone ser como una irrupción poética en medio del clima comercial de la Feria.
Cada uno de nosotros asumiremos el compromiso de esta forma de transmisión eligiendo textos, formas, tonos, maneras. Hacernos cargo, como todo lo que hacemos en la vida, en realidad.
Al susurrar nosotros comprometemos nuestro cuerpo y el del otro, quien recibe el susurro. Así que hay que ser muy cauteloso, respetuoso, ubicado, cauto, estar abierto al otro pero no invadirlo.
En el imaginario social, hay determinadas cuestiones que hacen que la gente desconfíe de acercarse mucho y aunque entre el susurrador y el susurrado hay casi dos metros de distancia, la intimidad que se crea es tal que uno se siente dentro del otro, en el otro, con el otro; ese tubo es puente, lazo, magia, misterio... Además uno está convocando al otro al placer y no todas las personas están dispuestas a un goce estético instantáneo.
Hay un vínculo que uno crea en el susurro con el otro. El susurro se lo dedicamos a alguien a quien le pasan cosas cuando lo recibe.

Entonces, decidimos armar un manifiesto en el que cada uno de nosotros, los susurradores dejaríamos sentado, escrito, por qué susurramos.
Yo creo que susurro porque necesito, deseo, quiero compartir mi embriaguez poética.
Al susurrar hablamos en voz muy baja, no hay movimiento o el movimiento es muy leve, transmitimos una mística.
Durante la reunión con Nora tuve que sacar muchas veces el pañuelo porque todo lo que se escuchaba y se decía ahí era muy conmovedor y emocionante. Y cuando cada uno con su tubo se puso a susurrar al otro y los tubos comenzaron a cruzarse, mi alma se sintió mimada, acariciada, embriagada...y la emoción me embargó entera.

Por eso quise ir el sábado 9 a la Feria. Para que otra gente pudiera disfrutar y conmoverse como me había pasado a mí.
Susurrar es parecido a contar cuentos. No podés darte cuenta qué te gusta más, si contar o escuchar, si dar o recibir un susurro.

En la Feria

Pasaron cosas muy conmovedoras. Gente que se acercaba tímidamente y preguntaba de qué se trataba ese tubo y que cuando se les proponía susurrarles, decían que no que, que mejor después, que no. Otra gente que gustosa recibía el susurro y después se acercaba a mí y me daba un beso o un abrazo y gracias, gracias, gracias...decían.
Otros que inmediatamente después de recibir el susurro pasaban el tubo de su oreja a su boca y me contestaban algo relacionado con lo que yo les había susurrado.
Algunas personas cerraban los ojos mientras escuchaban, otras sonreían, otras abrían muy grandes los ojos que se les mojaban un poquito.
Había mucha gente de las provincias que había ido a la Feria para participar del Encuentro de Bibliotecas y algunos después de recibir el susurro se ponían a contar sus penurias, sus alegrías, sus logros, sus deseos en su tarea de bibliotecarios. Y lo mejor de lo mejor de lo mejor de lo mejor...muchos de los susurrados entusiasmados afirmaban “yo te voy a copiar la idea”. Y es justamente eso lo que buscamos lo susurradores, que mucha gente nos copie, por eso Nora nos propuso que ese día fuéramos a susurrar al stand de la Conabib porque por allí pasaría mucha gente y mucha de lugares lejanos, con la idea de que esto se multiplique y se multiplique...
Nos encontramos con Celeste, una susurradora cordobesa hermosa que nos contó que ella conoció los susurros a través de Mirta Colángelo esa deliciosa educadora por el arte que actualmente vive en Bahía Blanca, que anduvo por Córdoba sembrando susurros. Celeste también nos contó que ella va con su susurrador donde sea, por eso se lo trajo a Buenos Aires al Encuentro de Bibliotecas, y se emocionó cuando nos encontró ahí en el stand e inmediatamente se puso a susurrar con nosotros. Es que pareciera que esto de los susurros es algo que hay que hacer entre varios, en equipo, y todavía no sé muy bien darme cuenta por qué. En los momentos en que me desplacé por la feria sola (que digo sola, con mi susurrador) hubo quien que me paró y me pidió que le susurrara pero fueron pocas personas. Creo que es más interesante hacerlo en equipo. Bueno, como casi todo en la vida...
Y termino con otra definición de susurro, esta nos la dio Nora
Susurro: Mundo que se produce hablando en voz muy baja.

Para susurrar elegí textos de Neruda, Cortázar, Almafuerte, Laura Devetach, Caetano Veloso, Ítalo Calvino, Raúl González Tuñón, Galeano...Y fue como estar con todos ellos ese sábado en la feria. Me encantaba decir sus nombres al terminar sus textos y que la gente me preguntara algo más de ellos.
Esta frase de Cortázar conmovía especialmente a las personas que la recibían. Me gusta susurrársela a ustedes de despedida

“No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos...”

Brindo por el día que Laura Lagar recibió ese mail, brindo por que se le haya ocurrido reenviármelo, brindo por las bibliotecas que están llenas de libros y por los bibliotecarios que nos ayudan a abrirlos.

Isabel Hidalgo
Mayo de 2009

1 comentario:

ColorSusurro dijo...

Isabel!!!

Te cuento que en córdoba ya somos un equipo de susurradores!!

tenemos un blog que recién lo creamos donde vamos a ir contando nuestras andanzas!!!

un abrazo y a seguir susurro.sembrando!!

Celeste Agüero de Córdoba
p/d: la dire del blog es www.colorsusurro.blogspot.com